La trata de personas, en especial con fines de explotación sexual, representa una de las
formas más graves de violencia de género en el mundo actual. Su comprensión exige analizar
cómo se relaciona con las desigualdades estructurales entre mujeres y hombres y con los
modelos culturales que perpetúan la discriminación y el abuso hacia las mujeres. La
violencia de género actúa tanto como factor que incrementa la vulnerabilidad de mujeres y
niñas frente a las redes de trata, como resultado directo de las estrategias de coerción,
sometimiento y explotación que dichas redes utilizan.
Examinar esta relación permite evidenciar que la trata de personas reproduce y refuerza los
sistemas patriarcales de dominación, alimentándose de condiciones como la pobreza, la
migración en contextos de riesgo, la informalidad laboral y la falta de acceso efectivo a la
justicia.
Desde un enfoque basado en los derechos humanos y la perspectiva de género, se hace
necesario diseñar políticas públicas que articulen prevención, protección y acceso a la
justicia, colocando a las víctimas en el centro como titulares de derechos.
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